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ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

¿Qué haría Tomás Moro si militará hoy en el Partido Popular?

Frente al miedo, mejor la cobardía, de la mayoría de los "católicos oficiales" en la actuación política, Tomás Moro se presenta como ejemplo, lleno de actualidad, de un modelo de actuación coherente con la propia conciencia y al servicio del bien de la comunidad

Seamos sinceros y dejemos de mirar hacia otro lado: los católicos no tenemos ni voz ni voto en la política española. A pesar de que el 95 por ciento de los españoles nos declaramos católicos, y 13 millones vamos regularmente a misa cada el fin de semana, nuestro modelo de sociedad no está reflejado por ningún partido político. ¡Qué digo!, casi ningún político en activo se atreve a manifestar los postulados e ideas en que creemos los cristianos para hacer de esta sociedad un grupo de personas que tengan más justicia, solidaridad, paz y una serena felicidad. Y es que vivimos en una auténtica esquizofrenia. Muchos creíamos que el Partido Popular se aproximaba a esas ideas, aunque fuera lejanamente, pero no es así. El invento del centro reformista de Aznar, consiste en gestionar bien la cosa pública y… mantenerse en el poder. No hay principios que defender, y menos los del humanismo cristiano. Ideológicamente el PP es «la nada». Por eso no hay que extrañarse que con los peperos en el gobierno de la Nación haya más aborto, píldoras abortivas, parejas de hecho, televisión-basura, inexistente política familiar, falta de voluntad para resolver la clase de Religión, nula regeneración ética de la sociedad... y la eutanasia está por llegar

Algunos ingenuos bienintencionados consideran que el Partido Popular es reformable. Qué es posible crear una corriente de corte «cristiana», y con ello, aspirar, algún día, a alcanzar la dirección del partido y borrar de un plumazo el centro-reformismo aznariano para sustituirlo por unos principios propios de Schuman, De Gaspari o Adenauer. Les deseo mucha suerte, pero no creo que lo consigan. Hoy impera en España una partitocracia, que consiste, entre otras cosas, en imponer una dictadura desde la cúpula de los partidos -controlada generalmente por cuatro gatos-, que hace imposible la existencia de corrientes internas y... democráticas. Ahí tiene el debate de la sucesión de Aznar. Él decidirá quien será su sucesor, pero dentro de dos años. O en Convergencia, que nada se mueve sin la autorización de Pujol, que ya ha oficializado a su delfín. Y no digamos en el PNV, con Xavier Arzallus actuando de patriarca. La famosa frase de Alfonso Guerra: «Quien se mueva no sale en la foto», ha sido asumida por todos los partidos «democráticos» de nuestra querida España. Así pues, no hay nada que hacer con el PP. Su modelo de sociedad y de hombre es de corte liberal, más cercano al PSOE que a los propios postulados cristianos. Diría más: con ese complejo a que les llamen «derechona» necesitan hacer esfuerzos para pasar al PSOE por su izquierda en cuestiones como la vida, familia, y regeneración ética

Así están las cosas. Los cristianos estamos sin voz ni voto en los distintos parlamentos. Habrá que reflexionar sobre este momento histórico, de orfandad fría y desamparada, para poder activar algunos mecanismos con los que defender nuestros valores y creencias sin complejos, en este difícil arte de la política. Y entre tanto, la Providencia hace las cosas para que nos demos cuenta de lo «borrico» que somos. Recordará, amigo lector, que Juan Pablo II, hace pocos meses, proclamó a santo Tomás Moro como patrón de los políticos. Y ahora con lo de la «píldora del día después» me ha venido a la mente una imaginaria traslación: ¿Si hoy estuviera Tomás Moro en el Parlamento español, como diputado del PP, que decisión tomaría sobre este último abortivo? ¿Antepondría su fidelidad al partido o a la de su conciencia? ¿Se rebelaría contra el PP por esta ley o callaría? ¿Intentaría frenarla como fuera o se constituiría en el rey del disimulo?

Me parece que los políticos-católicos españoles están infectados de una peligrosa enfermedad llamada MIEDO. Cuando estaban en la oposición decían: «Cuando lleguemos al poder defenderemos tal o cual asunto». Y llegaron al poder. «No, no, ahora no podemos hacer nada de lo prometido porque estamos en minoría», comentaban. Y ahora que tienen un poder absoluto, callan. Ya no hay más excusas, a no ser que se tenga pavor a perder las prebendas, coche oficial y unos buenos millones. Cuenta Scalfaro, católico y Presidente de la República italiana que «los católicos metidos en política deben estar dispuestos a arriesgarlo todo por dar un testimonio verdadero. ¿Qué es lo que nos enseña la Iglesia? Seguir a Cristo. Y esto hay que hacerlo hasta el final, también en política. Cristo mismo fue crucificado por haber testimoniado la verdad y el amor en sus tres años de vida pública». Y Juan Pablo II acaba de decirles a los políticos-católicos, también a los del PP, que hay que ir «al Parlamento para servir; no cedáis en cuestión de principios; tened las puertas abiertas pues la democracia significa colaborar; no penséis en vuestros intereses particulares, sino en los de la comunidad. Id con espíritu ágil; capaz de subir escalones si os piden desempeñar puestos de responsabilidad, pero también de bajar con elegancia y humildad cantando alabanzas al Señor... sin romperos el 'fémur espiritual' que es una de las fracturas más peligrosas»

Tomás Moro es un ejemplo a seguir. En el culmen de la gloria y el poder, demostró su grandeza. Por motivos de conciencia, por no cerrar sus ojos ante claras y contundentes injusticias, decidió anteponer sus principios a la carrera política; la verdad a la mentira; la cárcel a la gloria y la deshonra al poder. Todo un ejemplo para hoy

Alex Rosal.



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